Aunque le adjudique su suerte a la casualidad, este ex estudiante de Biotecnología devenido en actor y director, Matías Martínez, conoce la profesión de las artes dramáticas como si hubiera sido la primera elección desde sus mismos inicios.
Su San Nicolás natal, lo llevó a incursionar en un curso de teatro, aquello fue cobrando mayor impulso y finalmente se convirtió en su actividad profesional.
“Empecé a actuar y dirigir una obra llamada “Pelo de Grasa”, una versión libre de una obra de Griselda Gambado, esa experiencia generó un lugar transformador. Desde ese espacio me resultó imposible pensar que en mi vida podría llegar a hacer otra cosa que no fuera eso, el teatro”.
Matías nunca supo de limitaciones, y tomando como referente a La Fura del Baus un grupo de teatro catalán que trabaja con la improvisación, dio sus primeros pasos en escena, como director de La Piara, “tuvimos buenas críticas, se empezaron a fijar en nosotros y paulatinamente me fueron dando un lugar en el teatro que luego lo empecé a sentir como propio, en este sentido ganarse un lugar en el espacio que uno quiere es muy satisfactorio para el crecimiento personal”.
Aquello que en sus inicios comenzó a delinearse quedó plasmado recientemente con el gran suceso que convirtió a base de ideas que no se toman vacaciones, se generan y buscan salir a la luz durante las 24 horas del día.
Esperando la carroza
Decidió realizar una gran apuesta, lo propuso, encontró exactamente aquello que necesitaba y guiado por sus deseos, lo consiguió con “Esperando la carroza”.
“Lo que buscaba y busco con este proyecto, es que en Rosario haya un circuito comercial de teatro, a la medida de Buenos Aires. Esto va a permitir que la actividad se profesionalice, puede ser muy utópico por eso creo que uno lo sigue persiguiendo pero en esa medida uno puede hacer lo que le gusta y lo que sabe hacer, actuar, dirigir, producir”.
Esto fue lo que sucedió con Esperando la Carroza. Si bien Rosario cuenta con un arsenal de producciones locales, la estructura teatral que una puesta como esta brindó al elenco fue una propuesta nueva, y de superación.
La historia que planteó Martínez fue un elenco que actúe, un director que dirija, y un gran equipo de producción que, en cada rol determinado, logre el máximo esplendor en escena, y fuera de ella. Se lo propuso a la actual ministra de innovación y cultura, María de loa Ángeles “Chiqui” González, más tarde se lo comentó al director de La Comedia Roly Lo Giudice, y en una par de meses, esta historia cobró vida sobre las tablas.
“La decisión del elenco fue positiva desde el vamos, todos quedaron encantados con la forma de trabajar. Creo que la propuesta les gustó porque todos vamos para el mismo lado y pensamos al teatro de la misma forma, la propuesta que hice tiene que ver con la especificidad del laburo de cada uno. Es el sentido de que uno no hace lo que no tiene ganas de hacer, aquí los roles están determinados”.
Como un impulsor de propuestas y un creyente genuino, Matías Martínez decide apostar a ese sueño de lograr su cometido, “creo que había un hueco difícil de llenar, y con Esperando la carroza, comenzamos a conquistarlo y a ver, de ahora en adelante como siguen las cosas, como se desempeñan los demás”.
Su experiencia de vivir en Buenos Aires y formarse continuamente con muchos dramaturgos, le ha servido de pieza fundamental en esta proyección, “veo que en Rosario hay un ámbito propicio para desarrollar y acrecentar este arte. Sólo se necesita contar con un respaldo, con alguien que decida apostar a esto para poder demostrar que sí es posible”.
El placer como motor
Aunque sus ideas y los resultados de sus concreciones lo cataloguen como precursor de actividades, el considera completamente lo contrario, “no creo ser un precursor, todo lo que realicé en mi carrera lo hice a llevado por el placer y mis deseos, sentí hacer determinadas cosas y salieron bien. Que te ubiquen en un lugar determinado depende de la gente, del público, del espectador, es él que decide, el que asienta y confirma estas decisiones. Creo que hoy haces algo y mañana la gente ya se olvidó. Si me consideran así que sirva para algo, sino sólo va a servir para vanagloria mía y nada más, y no me parece coherente”.
Lo cierto es que Matías Martínez logró abrir la brecha, abrió el camino que lleva a pensar que la historia del teatro no sólo puede contarse entrelineas, y de manera sutil, sino también rompiendo con los esquemas y generando los propios, con un teatro que logre llenar tres funciones cada fin de semana, y un anfiteatro que explote con 6 mil espectadores, dispuestos a hacer la fila para volver a situarse cada vez que el espectáculo vuelva a escena.
“Para el teatro no me tomo vacaciones, intento hacerlo pero no puedo, soy una máquina de autogestión continua, mi vida es esto, y el resto de mi vida gira en torno al teatro”, ilustra Martinez, dejando más claro que nunca, que esa idea de cambiar las ciencias duras por el arte, fue el deseo más claro que lo marcó para siempre.
*Entrevista realizada para la Revista ADN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario